La Potsdamer Platz de Berlín: historia apasionante desde 1838
Entre las heridas de la Segunda Guerra Mundial y la visión de una ciudad cosmopolita, la Potsdamer Platz cuenta la historia de Berlín como ningún otro lugar. Ha sido nudo de comunicaciones, ruina, tierra de nadie y, una vez más, centro de la renovación urbana.
¿Y hoy? Un lugar donde los turistas hacen fotos a cada minuto, pasan grupos de autobuses y los berlineses se entusiasman o se quejan. Aquí, pasado y presente se funden en los espacios más pequeños, no siempre en silencio, pero siempre con efecto.
De la primera estación de ferrocarril al nudo de transportes: cómo empezó todo en 1838
La plaza nació en un momento en que Berlín estaba en proceso de desprenderse de su barroca piel prusiana. En 1838 se inauguró la estación de Potsdam, la primera de larga distancia de Prusia. Los trenes circulaban de aquí a Potsdam: una distancia corta, pero un paso de gigante hacia la modernidad. Lo que empezó como una novedad técnica pronto atrajo la vida urbana como un imán. Cruces de calles, trolebuses tirados por caballos, farolas de gas y los primeros cafés formaron el caldo de cultivo de lo que más tarde se convertiría en una leyenda urbana. El ambiente era electrizante: cualquiera que viajara por aquí se movía al compás de una ciudad que nunca se detenía. Ya fuera en el teatro, en un coche o en un café, la plaza conectaba clases sociales y estilos de vida como ninguna otra.
A finales del siglo XIX, la plaza era ya uno de los lugares más concurridos de la capital. Peatones, carruajes y los primeros tranvías eléctricos se cruzaban cada minuto. La densidad del tráfico era tan alta que en 1924 se instalaron aquí los primeros semáforos de Europa: un sistema de seis semáforos inspirado en los de Nueva York.
La plaza era animada, ruidosa e inundada de luz. Por la noche, los carteles de neón brillaban sobre el Café Josty, las salas de cine cortejaban al público de estreno y la sociedad internacional se alojaba en el vecino Grand Hotel.
Entre escombros y división: la Potsdamer Platz a la sombra del Muro
La gran promesa del periodo de entreguerras acabó abruptamente con las noches de bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. La Potsdamer Platz quedó casi completamente destruida. Lo que quedó fueron fachadas calcinadas, vías de tren destrozadas y huecos de ventanas vacíos.
En la posguerra, el lugar quedó en barbecho, destrozado por las fronteras de los cuatro sectores en que se dividió Berlín. Más tarde, el Muro pasó por aquí y el corazón de la ciudad fue amputado. Durante décadas, la zona siguió siendo una cicatriz en el paisaje urbano, abiertamente visible y, sin embargo, inamovible.
Lo que antes era un nudo de transportes se convirtió en una periferia sin vida. Cerrada, vigilada y rodeada de hormigón, la plaza siguió siendo un lugar de estancamiento. El vacío tenía su propio atractivo: los artistas montaban actuaciones en el descampado, los fotógrafos documentaban la lóbrega quietud. Incluso los berlineses evitaban el lugar o lo utilizaban como atajo sin destino. Ni cafetería, ni quiosco, ni calle: la Potsdamer Platz había desaparecido del mapa de la ciudad y, sin embargo, seguía existiendo como idea.
Reconstrucción con audacia: cómo el descampado se convirtió en un proyecto de futuro
La caída del Muro de Berlín en 1989 marcó la hora de los urbanistas. Lo que durante décadas había sido una herida abierta se convirtió en el centro de atención de arquitectos, inversores y visionarios políticos. La zona de la Potsdamer Platz se convirtió en un campo de pruebas sobre cómo debían ser las ciudades modernas y cómo debían reorganizarse. Nada de romanticismo de posguerra ni de reconstrucción de los magníficos edificios antiguos, sino un diseño para el Berlín del mañana.
En la década de 1990, se construyeron aquí nuevos edificios, ejes viarios y plazas a un ritmo vertiginoso. Daimler-Benz, Sony y otras grandes empresas invirtieron miles de millones. Se construyeron rascacielos, se abrieron galerías comerciales y se diseñó todo un barrio, en tableros de dibujo y pantallas de ordenador, pero con hormigón y acero de verdad.
Renzo Piano creó espacios urbanos conjuntos con firma italiana, Helmut Jahn fue el responsable del futurista Sony Centre. El skyline actual parece una guía arquitectónica del posmodernismo.
Hoy es un centro urbano: por qué la plaza es un imán para los turistas
Mientras tanto, la plaza se ha convertido en el escenario de un teatro bien montado. El espectacular tejado del Centro Sony se extiende sobre el Foro como una marquesina digital. Aquí se proyectan películas, se celebran estrenos, la gente se reúne, cena y pasea.
Enfrente, se alza la Torre Kollhoff, desde cuyo mirador se puede contemplar Berlín como sobre una alfombra de juegos. Y a pie de calle, una mezcla de vida cotidiana, emoción y romanticismo de postal.
Culturalmente, la zona está estrechamente entrelazada con la Berlinale, cuya sede principal es el teatro de la Potsdamer Platz. El museo del cine, ahora cerrado, con trajes originales, atrezzo e historias conmovedoras, ilustra lo estrechamente vinculada que está la plaza a la cultura cinematográfica. Justo al lado: oportunidades de compras, restaurantes internacionales, escenarios más pequeños y el Legoland Discovery Centre para familias.
La plaza ha aprendido a ofrecerse sin complacerse. Su carácter es difícil de captar: mitad bulevar, mitad distrito comercial, mitad telón de fondo. Es precisamente esta ambigüedad lo que la hace tan atractiva para los visitantes. Nadie sabe realmente qué quiere ser la plaza, y eso es precisamente lo que la hace típica de Berlín.
Lo que hace tan especial a la Potsdamer Platz
No muy lejos, placas metálicas incrustadas marcan el antiguo trazado del Muro, y segmentos originales individuales se erigen como monumentos conmemorativos junto a los nuevos edificios. Es una yuxtaposición de pasado y futuro, de arquitectura y memoria, de hormigón y significado. Esto es también lo que hace que la plaza sea tan especial: A veces parece demasiado nueva, demasiado lisa, demasiado planificada... y, sin embargo, respira historia. Si se toma su tiempo, descubrirá un mosaico de historias bajo la superficie de cristal que siguen escribiéndose hoy.
Berlin Poche
Equipo de redacción
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